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Tal vez ya hayan escuchado hablar del suelo vivo, o living soil. Este método de cultivo sigue ganando popularidad por ser más amigable con el medio ambiente que otros métodos, ya que imita los procesos naturales de la tierra para alimentar a las plantas. Además, suele ser más económico y ofrece beneficios tanto para la salud de las plantas como, potencialmente, para quienes las consumen.

Contraste con métodos de alimentación menos naturales

A diferencia de los cultivos en sustratos estériles, como la fibra de coco, que requieren la adición constante de fertilizantes y que imponen una alimentación más artificial, el suelo vivo aprovecha el ciclo natural de los nutrientes. En este proceso, los microorganismos del suelo descomponen la materia orgánica, liberando los nutrientes para ser utilizados por las plantas.

¿Qué son estos microorganismos?

Para emular lo que ocurre en un entorno natural, se provee al suelo de microorganismos conocidos como MEN (microorganismos eficientes nativos). Según Ecosativa, son un “consorcio de bacterias acidolácticas, fototróficas, actinobacterias, levaduras y hongos filamentosos, que aceleran la degradación de materia orgánica favoreciendo la disponibilidad de nutrientes en el suelo”. Además, estos microorganismos controlan las bacterias y hongos que pueden enfermar a las plantas.

Ventajas del suelo vivo

Una de las principales ventajas del suelo vivo es la posibilidad de reciclar el sustrato y que este vaya mejorando cultivo a cultivo si se cuida correctamente, además de ser, normalmente, un proceso más económico. Este enfoque también simplifica el cuidado diario, ya que el riego generalmente se realiza solo con agua. Y por último, pero no menos importante, el producto final es orgánico.

¿Conocían el suelo vivo? ¿Ya lo probaron o lo probarían?